(English follows)
Tenemos todos un gran problema, quizá el mayor de la historia de la humanidad.
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU nos advierte que para el 2030 tenemos que reducir las emisiones de carbono en un 45% y eliminarlas por completo para el 2050 y así prevenir las consecuencias catastróficas e irreversibles de la crisis climática.
Además, la Evaluación Nacional Climática, emitida por 13 agencias federales en noviembre, también deja claro que no actuar contra esta lacra planetaria tendría exorbitantes costos económicos y sociales. El estudio indica que el clima extremo y la subida del nivel del mar causarían pérdidas anuales de más de $400.000 millones.
Para este gran mal tenemos un gran remedio: el Nuevo Pacto Verde, un atrevido plan de inversiones masivas para llegar a un 100% de energía limpia y renovable que nos libre de la amenaza climática. Además el Pacto crearía millones de buenos empleos que no se podrían exportar, y atacaría las inequidades raciales, económicas y sociales que plagan a nuestro país.
Esta ambiciosa iniciativa considera que la crisis climática magnifica las injusticias sistémicas que fuerzan a las familias trabajadoras y las comunidades de color a sufrir las consecuencias de los bajos salarios, la contaminación tóxica y el clima extremo que esta causa.
Para nosotros los hispanos, esto es lo que llevamos décadas esperando. Encuesta tras encuesta revela que nuestra comunidad abrumadoramente teme la crisis climática y espera que el gobierno federal fomente la economía de energía limpia que propone el pacto. El Pacto no solo fomentaría los rubros de la economía que emplean a más hispanos —construcción, manufactura y agricultura— sino que además reduciría drásticamente las emisiones que enferman a nuestras comunidades.
La aprobación es nacional. Según un sondeo de las universidades de Yale y George Mason, un abrumador 80% de los estadounidenses apoya el Nuevo Pacto Verde, incluyendo el 64% de los republicanos.
Sin embargo, tras ser propuesto como una resolución parlamentaria por la Rep. Alexandria Ocasio-Cortez y el Sen. Ed Markey, los negacionistas pusieron el grito en el cielo, rechazando el Pacto como un despilfarro del erario nacional y solución descabellada a un problema que no existe. Irónicamente, el desgarro de vestiduras viene del mismo sector que apoya, entre otros, los siguientes saqueos del dinero de los contribuyentes:
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El desastroso corte fiscal de Donald Trump en beneficio de los más ricos (costo: $23 seguido de 11 ceros).
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El aumento de la deuda nacional, que con Trump ha llegado a niveles récord (total: $217 seguido de 11 ceros).
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Los subsidios (regalos del contribuyente) a la industria de combustibles fósiles (costo anual: $52 seguido de nueve ceros).
El griterío de los negacionistas no puede ocultar que el Nuevo Pacto Verde ya está ocurriendo a lo largo del país. California, la quinta economía del mundo, se ha comprometido a obtener toda su energía de fuentes limpias y renovables. Hawaii y el Distrito de Columbia también lo han hecho.
Otros estados como Colorado, Illinois, Nueva Jersey, Nueva York, Nuevo México, Oregón y Washington han mostrado su firme compromiso a combatir la crisis climática por medio de la energía limpia. Y más de 100 ciudades de todo el país también se han comprometido a un futuro de energía totalmente limpia y renovable, muchas de ellas —como Denver, Orlando, San Diego, San José, Santa Bárbara— cuentan con densas poblaciones hispanas.
El consenso científico nos advierte seriamente que en juego está la supervivencia de nuestra especie y en nuestras manos, las soluciones a esta terrible lacra planetaria. ¡Manos a la obra!
Great Problems Demand Great Solutions
We all have a great problem, perhaps the greatest humanity has ever confronted.
The United Nations Intergovernmental Panel on Climate Change warned that we must reduce the world’s carbon emissions by 45 percent by 2030 and completely eliminate them by 2050 in order to avoid catastrophic and irreversible consequences of climate change.
Moreover, the congressionally mandated National Climate Assessment, issued by the Trump administration itself in November, also made abundantly clear that failing to act decisively on climate would translate into unfathomable economic and social costs. The report indicates that both extreme weather and sea level rise would inflict more than $400 billion in annual losses in the US.
Yet, we do have a great solution to this greatest of problems: the Green New Deal (GND), a bold plan of massive investments geared at achieving a 100% clean, renewable energy economy that would free us from the climate threat. Moreover, the GND would create millions of new, well-paying jobs that cannot be exported and would address the racial, economic, and social inequities that plague our country.
This ambitious initiative considers that the climate crisis magnifies the systemic injustices that force working families and communities of color to suffer the consequences of low wages, toxic pollution, and extreme weather.
We Latinos have been waiting for the GND for decades. Poll after poll has revealed that my community overwhelmingly dreads the climate crisis and expects the federal government to spearhead the clean energy economy that the GND proposes. The initiative not only would boost the sectors of the economy that employ the most of us — such as construction, manufacturing, and agriculture — but would also drastically reduce the emissions that sicken our communities.
Almost the entire nation embraces this deal. According to a poll by Yale and George Mason universities, an overwhelming 80 percent of Americans support it, including 64 percent of Republicans.
Nevertheless, after it was introduced as a parliamentary resolution by Rep. Alexandria Ocasio-Cortez and Sen. Ed Markey, climate deniers began hyperventilating, rejecting the deal as an abuse of taxpayers’ dollars and a reckless solution to a nonexisting problem. Ironically, all this huffing and puffing comes from the same crew who support the following examples of ransacking the national treasury:
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Donald Trump’s disastrous tax cut for the rich and corporations (cost: $2.3 trillion)
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The exploding national debt, which under Trump has reached record levels (total: $21.7 trillion)
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The fossil fuel industry subsidies (annual cost: $52 billion)
The deniers’ obfuscation fails to hide the fact that the GND is already taking place across the country. California, the world’s fifth-largest economy, has already committed itself to a future of clean, renewable energy. So have Hawaii and the District of Columbia.
Other states, such as Colorado, Illinois, New Jersey, New York, New Mexico, Oregon, and Washington, have taken decisive steps to follow suit. And more than 100 cities nationwide have made firm commitments to obtain 100 percent of their energy from clean and renewable sources. Many of those —such as Denver, Orlando, San Diego, San Jose, and Santa Barbara— boast large Latino populations.
The scientific consensus is warning that the survival of our species is at stake. They also tell us the solutions to this problem are in our hands. Let’s get to work!