Esa Otra Plaga Llamada Supresión del Voto/Voter Suppression, That Other Plague

(English follows)

Hace 12 años, el entonces Presidente-Electo Barack Obama logró un histórico triunfo pese a la rampante supresión del voto que impidió votar a infinidad de sus seguidores. “Tenemos que arreglar esto”, dijo tras su victoria. Nunca lo hicimos.

La supresión del voto ha seguido causando enormes daños al poder electoral de latinos, negros, indígenas y otras personas de color. La excusa que aducen las fuerzas de la supresión del voto, en su inmensa mayoría conservadoras, es el combate contra el supuesto fraude electoral.

Sin embargo, la realidad demuestra que esta es una táctica racista para impedir el voto de las personas de color. Un estudio nacional publicado en el Washington Post reveló que entre 2000 y 2014, en elecciones en las que se depositaron 1.000 millones de votos, se descubrieron 31 casos de fraude; es decir, un 0,0000031%. Es mucho más probable que a una persona le impacte un rayo que cometa fraude electoral.

Lo que sí es real es que desde que magistrados conservadores de la Corte Suprema dinamitaran la Ley de Derechos del Votante en 2013, las leyes y tácticas supresoras han proliferado alarmantemente. Al menos 25 estados han aprobado leyes que exigen a los votantes mostrar identificación al ejercer su derecho. Su objetivo es claro: Más de 20 millones de personas —en su inmensa mayoría personas de color, jóvenes o pobres que votan abrumadoramente por el Partido Demócrata— carecen de este tipo de identificación.

Otro efectivo método de supresión es la purga de nombres de votantes de las listas electorales. En años recientes, Georgia eliminó 1,4 millones de nombres de sus empadronamientos; Ohio, 460.000, y en todo el país a unos 6 millones de exconvictos se les negó el derecho a voto pese a haber cumplido sus sentencias, una injusticia que afecta a cuatro veces más negros que blancos en Estados Unidos.

Hablando de injusticias, desde la nefasta decisión de la Corte Suprema hasta 2019, jurisdicciones de todo el país han clausurado casi 1.200 centros de votación, abrumadoramente en comunidades de color y pobres. Milwaukee, WI, por ejemplo, redujo sus puestos de 182 en 2016 a cinco a principios de 2020. Pese a los obvios peligros de votar en persona debido a COVID-19, estas restricciones se han acentuado en la pasada campaña. En Texas, el peligro de contraer la letal enfermedad no fue razón suficiente para lograr una boleta por correo. Pero incluso si se logró esa boleta, el estado redujo el número de buzones para depositarlas a solo uno por condado.

Es pronto aún para conocer el verdadero impacto de estos obstáculos en la reciente elección. Sí sabemos, sin embargo, que fue devastador en 2016. Un estudio de la revista The Atlantic reveló que:

  • El 9% de los encuestados latinos y negros carecieron de la apropiada identificación para votar, comparados con el 3% de los blancos.
  • El 14% de los latinos y 15% de los negros tuvieron problemas para encontrar su centros de votación, a diferencia de solo el 5% de los blancos.
  • Más del 10% de latinos y negros llegó tarde para registrarse para votar, y solo el 3% de los blancos.

La supresión del votante es un acto antidemocrático y un abuso de poder que niega a millones de personas ejercer su sagrado derecho constitucional. Por ello, la reforma de nuestro sistema debe incluir las siguientes soluciones:

  • Declarar el día de las elecciones como fiesta nacional.
  • Aumentar exponencialmente el número de centros de votación en comunidades de color.
  • Universalizar el voto por correo, el registro automático de votantes y la opción de voto bilingüe.
  • Extender la franquicia a todos los ciudadanos elegibles para votar.

 Tenemos que arreglar esto, como dijo el Presidente Obama, porque la supresión del voto constituye una plaga que socava la esencia misma de nuestro sistema democrático.

(English)

Voter Suppression, That Other Plague

Twelve years ago, then-President-elect Barack Obama accomplished a historic electoral triumph in the face of rampant voter suppression that kept countless of his voters from casting their ballots. "We need to fix this," he said after his victory. But we never did.

Voter suppression has continued inflicting enormous damage to the franchise of Latinos, Blacks, Native Americans and other people of color. The excuse voter suppressing forces, overwhelmingly Conservative, brandish is they do it to fight supposed voter fraud.

Reality, however, shows this is a racist tactic to keep people of color from expressing themselves at the polls. A national study published by the Washington Post revealed that between 2000 and 2014, in elections where one billion ballots were cast, only 31 cases of fraud were identified. That is .0000031 percent. An American is much more likely to be struck by lightning than commit voter fraud.

What is indeed real is that since Conservative Supreme Court Justices gutted the Voting Rights Act in 2013, the number of suppressing laws and tactics have alarmingly proliferated. At least 25 states have passed voter ID laws. Their objective is clear. More than 20 million people —overwhelmingly people of color, young or poor who tend to vote Democratic— lack this kind of identification.

Another effective suppressing method is the purging of the voter rolls. In recent years, Georgia eliminated 1.4 million names from its rolls; Ohio, 460,000, and across the US some 6 million former felons were denied their right to vote even though they had paid their debt to society, an injustice that is four times more likely among Blacks than among whites.

Speaking of injustices, from the Supreme Court’s dreadful decision to 2019, jurisdictions across the country have shut down almost 1,200 polling places, overwhelmingly in communities of color or poorer areas. Milwaukee, WI, for instance, reduced its polling places from 182 in 2016 to just five in early 2020. Regardless of the obvious danger of in-person voting because of COVID-19, these restrictions worsened in the last election cycle. In Texas, the risk of being infected with the lethal disease was not deemed enough reason to get an absentee ballot. But even if such a ballot was awarded, the state reduced the number of drop-off boxes to just one per county in the third largest state of the Union.

It's too soon to know the true impact of all these obstacles on the recent election. We do know, nevertheless, that it was devastating in 2016. A study by The Atlantic magazine revealed that:

  • Nine percent of Latinos and Blacks lacked the appropriate identification to vote, as opposed to only 3 percent of whites.
  • Fourteen percent of Latinos and 15 percent of Blacks had problems finding their polling places, versus only 5 percent of whites.
  • More than 10 percent of Latinos and Blacks missed their deadlines to register to vote and only 3 percent of whites did.

Voter suppression is an undemocratic act and an abuse of power that denies millions of people their most sacred constitutional right. That’s why a reform to our elections system should include the following solutions:

  • Declaring Election Day a national holiday.
  • Exponentially increasing the number of polling places in communities of color.
  • Making voting by mail, automatic voter registration, and bilingual voting options universal.
  • Extending the franchise to all adults eligible to vote.

We have to fix this, as President Obama said, because voter suppression constitutes a plague that undermines the very essence of our democratic system.