La Vorágine en la Que Todos Vivimos/The Maelstrom We All Are Living In

(English follows)

En su obra maestra, el autor colombiano José Eustasio Rivera narra la extrema explotación laboral y violencia en el Amazonas de Colombia durante el boom del caucho a principios del siglo 20. La tituló La Vorágine, el gran tumulto.

Hoy vivimos en Estados Unidos una vorágine sin precedentes, en la confluencia de un movimiento popular contra el racismo y la brutalidad policial, una mortal pandemia y un colapso económico. Y las personas de color —especialmente los afroamericanos y los hispanos— son las que más sufrimos las consecuencias de este gran tumulto.

El asesinato de George Floyd en Minneapolis a manos del policía Derek Chauvin, el linchamiento de Ahmaud Arbery y el asesinato en su hogar de Breonna Taylor durante un operativo policial ilegal, además de infinidad de otras muertes impunes de afroamericanos, han desatado un alzamiento de furor e indignación sin precedentes desde 1968. No solo en Estados Unidos sino en todo el mundo civilizado, decenas de millones de personas se han alzado contra el racismo y la injusticia social en solidaridad con la comunidad negra estadounidense bajo el lema Black Lives Matter (las vidas negras importan). Cada año, las fuerzas policiales matan a casi 1.000 personas, el 24% de ellas es afroamericano, pese a que esta comunidad forma solo el 13% de la población del país. Los hispanos somos la segunda etnia más castigada por esta lacra.

Las marchas y mítines en apoyo a nuestros hermanos y hermanas afroamericanos han sido abrumadoramente pacíficos, en medio de la violenta represión que han sufrido, avivada por la irresponsable cizaña de Donald Trump. Pese a su intento de asfixiar todo lo que es decente en nuestro país, construir un muro alrededor de la Casa Blanca y esconderse del pueblo estadounidense, Trump vive ahora al lado de Black Lives Matter Plaza, Washington, DC.

Hasta ahora, este alzamiento a favor de la decencia y la justicia está triunfando en avanzar la exigencia fundamental del movimiento, desfinanciar las fuerzas policiales. El Concejo Municipal de Minneapolis abrumadoramente votó a favor de desmantelar el cuerpo de policía y el Alcalde de Nueva York anunció planes de transferir fondos de los $6 mil millones del presupuesto policial a servicios escolares y sociales. Pese a los esfuerzos de la administración Trump de vilificar a los manifestantes, una aplastante mayoría (84%-27%) del país apoya las manifestaciones.

Pero sin justicia no habrá paz. Los responsables de las muertes a manos de fuerzas policiales tienen que ser juzgados con todo el peso de la ley. La policía tiene que permitir a los manifestantes marchar y defender la justicia sin reprimirlos. El país y sus sistemas de gobierno tienen que trabajar para todos nosotros, sin importar el género ni el color de la piel.

Recordemos que esta explosión de clamor popular viene también fomentada por una pandemia que ya ha infectado a más de 2,6 millones de personas y matado a más de 124.000. Los afroamericanos y los hispanos tienen casi tres veces más probabilidades de conocer a alguien que ha muerto de COVID-19 que los estadounidenses blancos. Como consecuencia, vivimos un colapso económico que ha destruido más de 40 millones de empleos y formado colas kilométricas de estadounidenses empobrecidos en los bancos de alimentos gratuitos del país.

Mientras tanto, la administración Trump intensifica su ataque a las protecciones a la salud pública, como la reciente eliminación de salvaguardas ambientales para la evaluación de proyectos de infraestructuras. La incomprensible decisión pone especialmente en peligro a comunidades hispanas, afroamericanas e indígenas que ya sufren desproporcionadamente los efectos de la contaminación del aire y el agua.

Los protagonistas de La Vorágine logran triunfar contra quienes los mortifican, pero no contra el sistema que los reprime. Esa es nuestra tarea, hoy y en el futuro.

(English)

The Maelstrom We All Are Living In

In his masterpiece, Colombian writer José Eustasio Rivera describes the extreme worker exploitation and violence in the Colombian Amazon during the rubber boom of the early 20th century. He titled it “La Vorágine,” the maelstrom.

Today, we in the US are living in an unprecedented maelstrom, the confluence of a popular movement against racism and police brutality, a lethal pandemic, and economic collapse. And we people of color, especially our Black and Latino communities, are the ones suffering the consequences of this great vorágine the most.

The murder of George Floyd in Minneapolis at the hands at police officer Derek Chauvin, the lynching of Ahmaud Arbery, and the murder of Breonna Taylor during an illegal police invasion of her home, in addition to countless other deaths of Blacks answered with impunity, have unleashed an uprising of furor and indignation unprecedented since 1968. Not only in the US but around the civilized world, tens of millions have raised their voices against racism and social injustices in solidarity with the US Black community under the motto of Black Lives Matter. Each year in our country, police forces kill almost 1,000 people; 24 percent of them are Black, despite the fact that they comprise only 13 percent of the country’s population. We Latinos are the second most punished community in this dreadful category.

The marches and rallies in support of our black sisters and brothers have been overwhelmingly peaceful, amid the violent repression they have suffered, fanned by Donald Trump’s incendiary rhetoric. Regardless of his attempts to asphyxiate everything that is decent in our country, his construction of a wall around the White House, and his hiding from the American people, Trump now lives right next to Black Lives Matter Plaza, Washington, DC.

So far this movement in favor of decency and justice is succeeding in advancing one of its fundamental goals—defunding the police. The Minneapolis City Council has overwhelmingly voted to completely dismantle the police department. New York City mayor Bill De Blasio announced plans to transfer a substantial portion of his $6 billion police budget to school and social services. Regardless of the Trump administration’s efforts to vilify the protestors, a crushing majority of voters (84%-27%) support their cause.

But without justice there will be no peace. The police officers responsible for the killings of Black citizens must be prosecuted to the fullest extent of the law. The police must permit protesters to march and speak out for justice and accountability, not instigate violence. And the country and its political system must work for all of us, no matter where we are from, our gender, or the color of our skin.

Let’s keep in mind that this explosion of popular clamor also comes from a pandemic that has infected more than 2,6 million people and killed more than 124,000. Blacks and Latinos are almost three times more likely to know someone who died of COVID-19 than white Americans. As a consequence, we are witnessing an economic collapse that has destroyed more than 40 million jobs and started miles-long lines of impoverished Americans at the country’s food banks.

Meanwhile, the Trump administration is intensifying its attack on public health protections, such as the recent elimination of environmental review of major infrastructure projects. This incomprehensible decision especially puts at risk Latino, Black, and Indigenous populations, which are already disproportionately suffering the effects of air and water pollution.

The protagonists of “La Vorágine” finally triumph over those who mortify them, but not over the system that represses them. That is our charge, today and in the future.