Donald Trump olvida que el futuro es limpio, no sucio
Todos lo hemos visto ya demasiadas veces. Donald Trump firma una orden ejecutiva (OE), le da la vuelta al documento y lo y muestra al mundo, como si con solo un plumazo hubiera cambiado ese mismo mundo. El martes lo repitió firmando una orden ejecutiva que en principio cancela la lucha contra el cambio climático y deja los días contados para la atmósfera del planeta.
Trump inició así el desmantelamiento del Plan de Energía Limpia (PEL), la iniciativa central de Estados Unidos para cumplir con sus compromisos climáticos del Acuerdo de París. También rescindirá las directrices que exigen del gobierno federal considerar la crisis climática en su funcionamiento diario y soltará las riendas del programa federal de arrendamiento carbonero.
En resumidas cuentas, de la mano de Trump, Estados Unidos renuncia a su liderazgo climático mundial y se convierte en el mayor obstáculo en la lucha contra esta lacra planetaria. Nuestro presidente es ahora un paria internacional —el único líder mundial que niega la existencia del cambio climático. No es de extrañar que su nivel de popularidad se haya derrumbado al 35% tras solo dos meses.
Pero a diferencia de Trump, la energía limpia es extraordinariamente popular. Según Gallup, casi el 70% de los norteamericanos apoya el PEL, mientras que el 82% de los hispanos lo secunda. Estudios nos indican que la eliminación del plan costaría al país $600.000 millones y 120.000 muertes prematuras.
En su discurso, Trump insistió que su principal motivo para cometer semejante barbaridad es la creación de empleo. Sin embargo, según un estudio basado en números del Departamento de Energía, las fuentes limpias y renovables llevan una abrumadora ventaja en la creación de trabajos sobre las fuentes sucias, y se resume de la siguiente manera: Energía limpia: 72% de empleos; petróleo: 14%; gas: 10%; carbón: 4%. Si Trump realmente quisiera traer prosperidad a sus votantes, la manera de hacerlo es con energía limpia, no sucia; adelante, no de vuelta al siglo 19.
El mismísimo Robert Murray, dueño de la mayor carbonera de Estados Unidos, ha reconocido que Trump no podrá recuperar los empleos perdidos en este sector.
La verdad es que Trump y su “varita mágica” se enfrentan a un muro de resistencia mucho más formidable que el que quiere construir en el frontera con México. Las empresas eléctricas del país se han dado cuenta que la energía limpia es más económica que la carbonera y sus planes a largo plazo así lo demuestran. En los dos últimos años, la solar y la eólica han compuesto más de la mitad de las nuevas fuentes energéticas en Estados Unidos. Y según un estudio de Bloomberg New Energy Finance, estas dos fuentes limpias crecerán un 51% en los próximos tres años, al tiempo que los norteamericanos por término medio están pagando menos por su electricidad.
Esta es una tendencia mundial. Un informe de la Agencia Internacional de Energía Renovable reveló que los compromisos del Acuerdo de París harán ganar a la economía mundial $19 billones (trillions en inglés), invirtiendo en energía limpia y eficacia energética. Y agrega que esto forzará a la industria de combustibles sucios a renunciar a unos $10 billones en reservas de petróleo, carbón y gas natural por ser inviables económicamente.
Trump sigue agitando su “varita mágica” y firmando órdenes ejecutivas a diestro y siniestro, exponiéndonos a todos, especialmente a nuestros hijos y nietos, a un futuro de tenebrosas consecuencias. Pero este hombre sigue menospreciando la realidad de los mercados energéticos internacionales, el poderío de la energía limpia en todo el mundo y algo realmente mágico: la inquebrantable resistencia de millones de personas.